¿Por qué nos cuesta tanto conectar con nuestro adolescente?
Para comenzar me gustaría citar a Rafael Guerrero, psicólogo español, especialista en Psicología educativa, experto en TDHA Y trastornos del comportamiento infantil, que en su libro “El cerebro infantil y adolescente” dice que:
“para poder entender a lo que nos enfrentamos con la adolescencia de nuestros hijos y por qué nos cuesta tanto conectar con ellos, nos imaginemos que el cerebro de nuestro adolescente es como un móvil al que le aparece la notificación de “necesita actualizarse”, y una vez que aceptas la actualización, el móvil deja de funcionar. Lo bueno es que cuando se reinicia vuelve a funcionar con cosas mejoradas, más rápido y con funciones nuevas que antes no tenía”.
Emociones adolescentes
Pues eso es lo que le pasa al cerebro del adolescente: está en proceso de actualización; y, sobre todo, afecta a la parte del cerebro que se encarga de regular las emociones, el comportamiento y la toma de decisiones, es decir, a la parte más racional.
Y, por eso, en la adolescencia la parte del cerebro que está más operativa es la parte más instintiva y emocional; por esto la montaña rusa de emociones que solemos tener en la adolescencia.
Así que pedir a un adolescente que se comporte de forma racional, es como pedir peras al olmo.
Es por esto por lo que siempre digo que no penséis que el adolescente que hoy tenéis en casa va a ser así de adulto, será una versión mejorada.
Emociones adultos
¿Y qué papel podemos tomar los padres? Primero pensar que los adultos somos nosotros y que, por lo tanto, tenemos la capacidad de autocontrol y manejar nuestras emociones, ellos no.
Es fundamental tener claro que son personas diferentes a nosotros y que su visón del mundo es muy distinta a la nuestra.
Además, a mí siempre me gusta destacar, que la adolescencia no es criar y educar a un niño, es criar y educar a una persona que ya empieza a tener identidad propia, y es un momento en el que las expectativas que ellos se montan chocan con la realidad y eso es duro de encajar.
Y si a todo esto le sumamos que, normalmente, cuando nuestros hijos llegan a la adolescencia los padres solemos llegar a la mediana edad, con los cambios hormonales que también se producen, sobre todo en nosotras, hace que todo se complique un poco más.
Relación padres e hijos
Me gusta decir que la adolescencia es una etapa en la que las cosas se vuelven más desafiantes pero que si encontramos la forma de conectar con ellos, y que la relación no tenga fricciones, o las menos posibles, será mucho más fácil que esa relación no se rompa.
Algo que me funciona bien a mí, y que lo he aprendido hace poco, es no obsesionarme con el tema de la adolescencia. Está bien saber a lo que nos enfrentamos, pero no el darle vueltas a lo mismo y fustigarnos por lo mal que lo hemos hecho antes, lo mal que lo estamos haciendo ahora o pensar que nos están retando todo el día por que todo nos lo llevamos al terreno personal.
Identidad adolescentes
Otra cosa que también me funciona es no sobre reaccionar a todo lo que hacen mis adolescentes. Pienso que están librando su propia batalla, en busca de su propia identidad y definiendo su lugar en el mundo, y qué lo que hacen no es por puro egoísmo, si no que bastante tienen con lo que tienen.
Algo que solemos pensar mucho los padres de adolescentes es que son muy egoístas y sólo van a lo suyo y para entender esto me gusta mucho una frase que leí que dice “No es que no le afecten ni interesen los problemas de los demás, sino que necesitan gran parte de su atención en redefinir su propio mundo, su identidad. Lo adultos lo solemos interpretar erróneamente y se generan conflictos que, aunque nos exasperen, no son producto de su mala fe”.
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